lunes, 23 de septiembre de 2013

Mente

Entrena...

Solo así lograras purificarte,
y lograras purificar tu mente.

La mente es el rey,
el cuerpo el sirviente,
la conciencia el consejero
y así la mente la escucha.

Recuerdalo siempre y sigue adelante,
así tu mente permanecerá impoluta.




lunes, 9 de septiembre de 2013

Roger

Sentía el sabor de su piel en mi boca, olía a flores, como si estuviese inspirando fuertemente en mitad de una pradera. Su fuerte gemido no tardo mas que un instante en llegar, sentía como todo su vello se erizaba de puro placer, y su cuerpo pasaba de la dura tensión al relax...

"Y solo le he mordido, interesante".

Como si una sucubo la hubiese poseído, su actitud cambió, había mellado en ella como la chispa que inicia un incendio forestal. Se arrodilló y empezó a  bajarme los pantalones al mismo tiempo que contemplaba mi cuerpo semidesnudo y delicadamente me entró en su boca haciendo movimientos suaves y pausados que iban aumentando conforme nos mirábamos. Sentía que todo mi interior se estremecia por liberarse, me sentia una bestia agazapada a punto de saltar sobre la presa. La levanté con delicadeza del suelo, llevándola en brazos.

Una sonrisa divertida asomaba por su rostro, ¿quizas piensa que voy a hacer de caballero?

La llevé a mi cuarto, bajándola de mis brazos y haciendo que su pecho se empotrara contra el armario , y por detrás la tuviera a ella barrándome el paso, apretando con su pompis mi entrepierna.
La presión era la misma que se ejerce en una melé de rugby. Tras ver que no había sido un accidente casual,  empezó a moverse en círculos toscos, mi corazón pisó el acelerador, y un picor de intranquilidad surgió por diversas partes de mi cuerpo. Parecía que una legión de arañas correteaban por entre mis brazos, sentía como la lujuria emergía en mi frente. El fogonazo del sofoco adquirió una llamarada de mayor tamaño cuando alguien hizo acto de presencia tocando a la puerta. Pegados como estábamos, entendí que ahí concluía el divertimento de la madrugada. Pero ella quería seguir con su muñeco cosido a la espalda. Con un inusitado acierto, las manos de mi compañera me agarraron por encima de la cintura, produciéndome cierto cosquilleo, y me arrastraron por la habitación hasta llegar a la cama. Ahí disparó un golpe con su más efectiva arma, y volvió a fijarme. Mientras se contorneaba como una gata desperezandose en mi cama, yo permanecía inmóvil, clavado como una mariposa por un alfiler en la vitrina de un coleccionista de insectos. 

"¿Que diablos esta haciendo esta muchacha con mis defensas?"


La abracé, y le besé la nuca, hacerse con la cintura de una mujer, siempre había sido un momento glorioso para mí, una sensación de poder me invadía, y quería recrearme en ello, pero la aprendiz, exigía celeridad, eso no era una vitrina de una juguetería donde uno contempla con pasmo los regalos que va a comprar a los sobrinos. Larisa quería que mancilláramos este cuarto, dejándonos llevar por un instinto salvaje matutino. 

Sus piernas eran finas como ramas de encinas, color canela y suaves. Nuestros cuerpos nos decían que no había tiempo que perder, así que era preciso hacer circular el convoy por el carril central, la vía dos entendía que estaba cerrada, e intentar pasar por ahí, podría como menos costarme un tortazo, o un “¿pero qué haces guarro?”. Un calor abrasivo se vivía en el primer andén. Posiblemente esa estación la estuviera inaugurando esa mañana, así que imaginé a una orquesta tocando, y a un grupo de alegres “majorettes” danzando y haciendo malabares...

Entre en ella con toda la fuerza de una locomotora, como si me fuese la vida en sentir el final de su cavidad, Larisa aceptaba gustosa mis embestidas abriéndose mas y mas para mi, clavaba las uñas en la cama, mientras se posicionaba mejor, como una reverencia con las caderas levantadas.
Volví a bajar la mirada para admirar esas nalgas en acción.
Le puse las manos en el cuello intentando tirar de ella. No estábamos haciendo el amor, éramos dos perros copulando, dos animales con vestimentas de ser humano, cuyo comportamiento había derivado en uno inadecuado y procaz. Bajé de nuevo mis manos a su cintura. Estaba pegado a ella como un jugador se adhiere a las máquinas del millón. Larisa empezaba a entrecortar la respiración, quería decir que esos lamentos anunciaban el fin de trayecto.

Ya que no podíamos fundirnos en un ósculo, al menos quería tocar sus labios. Ella lamió y mordió mis dedos con auténtico apetito.
La velocidad de mis movimientos era máxima, íbamos a colisionar, y sentia como los pechos golpeaban el vientre a cada arremetida mia. Intentó ahogar sus gritos. Yo la acompañaba en un coro de lamentos lujuriosos.

Se giró e hizo ademan de tumbarme, subiendose encima mia, como si fuese mi amazona personal.
A cada sacudida de ella, yo notaba como queria gritar pero no le dí tiempo y la silencié con un fuerte beso, mientras ella arañaba mi espalda cubierta por los restos de la camisa empapada por el calor que desprendía mi cuerpo,tiraba de mis cabellos,estrujaba su trasero contra mí,llegando al mismo tiempo a un intenso orgasmo que hizo que nuestros cuerpos quedasen exautos por aquel acto tan apasionado.

Rendido que estaba me tendí sobre ella y empezé a escuchar el latido de su corazón y mi agitada respiración, ella mientras jugaba con mis cabellos, observaba muy de cerca mi piel y la besaba dulcemente.Y yo,qué podía hacer,sentía satisfacción y felicidad por haber vivido aquel instante que jamás olvidaré.

Cada día me la encuentro por los pasillos, no nos hablamos, pero nos miramos, nos sonreímos, con aquellos gestos nos decimos lo suficiente:


  • Que aquel día fue especial y que ese ardor sigue aún dentro de nosotros.
  • Que siempre seria mia, y comeria de mi mano.
  • Que jamás permitiré que nadie la supere, la instruiré cada dia para convertirla en una diosa.