jueves, 25 de octubre de 2012

Lujuria...

Abro la puerta y me la encuentro tumbada, piel desnuda y blanca como la nieve. Observo su pequeño tatuaje en forma de enredadera. Muchas veces he pensado en cómo sería sumergirme en su piel hasta que su tatuaje me cubriese totalmente, interrumpiendo mi respiración como hace con su mirada.

No quiero mirarla a los ojos, no aún, no hasta que sepa que he logrado mantener el control. Esa mirada ya me ha embrujado antes, haciéndome perder la noción del tiempo. Permanece tumbada bajo mis órdenes, esperando que mis manos se aventuren a explorar todo su ser, esperando que posea cada milímetro de su piel, de sus labios…de su mirada. Dios, sólo deseo tener el control absoluto de esa mirada desafiante y ardiente. Es de ese tipo de miradas que hace que tengas ganas de salir corriendo pero quieres enfrentarlas a la vez. Desafiante y sumisa a la vez.

No sabe a lo que se enfrenta, no sabe los peligros que aguardo. Por ello parece tan inocente, tan irritablemente inocente y, sin embargo, tan consciente de lo que le aguarda. Sabe que no podré estar en control mucho más tiempo y se atreve a desafiar mi fuerza de voluntad. Me sonríe y me mira, obligándome a responderle y clavar nuestras miradas de manera recíproca.

Ya está, ya lo sabe. Es consciente de que no me puedo controlar y mis manos reflejan mis más internos deseos. Empiezo a acariciar su piel suavemente, sin quitar la mirada de sus ojos. Sin duda es un encuentro emocionante, tanto que la excitación cobra vida dentro de mí. Me abandono al deseo y comienza el masaje alrededor de sus pechos. No sabe que es habitual en mí hacer estas cosas, me cree tan inocente como ella. No es consciente de mi oscuro secreto pero yo sé todo acerca de ella. Empiezo a notar la excitación en su rostro y su deseo de abandonarse a la pasión. Es difícil para ella, pero ha provocado todo esto. Es culpa suya, me repito. No debería haberme mirado de esa manera, no debería tener esos labios cargados de lujuria.

Me aventuro a masajes más estimulantes y precisos alrededor de todo su cuerpo y por fin decide rendirse. Me besa apasionadamente olvidándose de quién es y quién soy. Acaricia mi piel suavemente y yo la suya salvajemente. El deseo es mi dueño y sólo deseo hacérselo saber de una manera dura y suave a la vez. Nos vamos desnudando hasta que el frío se hace eco en todo nuestro cuerpo. Noto la lujuria en sus manos, sus labios y su mirada y así me lo hace saber devorando cada parte de mi cuerpo.


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