martes, 18 de septiembre de 2012

Susurros al cristal

Me miro al espejo y no me gusta lo que veo. No soy yo, y el reflejo no me muestra quien soy porque, simplemente, no soy, no estoy, y sólo veo sombras y restos de quien un día quería luchar contra el mundo para ser feliz.

Le hablo a esos ojos tristes, a esa boca que no sonríe, a esas ojeras, al ceño fruncido, a esa piel apagada. Le hablo y le digo que no se preocupe, que sea fuerte, que no busque una razón porque, simplemente, no la hay. Le hablo y le digo que algún día, y sin necesidad de nadie, volverá a ser quien fue, con las mismas ganas, las mismas fuerzas, las mismas virtudes y, por supuesto, los mismos defectos; pero curtido con el dolor de la experiencia.


Hay momentos en los que logro no sentir nada malo, ni sentir nada bueno. Simplemente salgo de mi propio cuerpo, mi alma se va a algún lugar que aún no conozco, y mi cuerpo se queda inerte y mi mente pensante, sumergida en un mundo de cincuenta sombras. No puedo olvidar que tengo que buscar una salida. Y cuando decido volver a mi cuerpo y seguir viviendo, me descubro hablándole al espejo. Buscándome.


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